jueves, 27 de marzo de 2008

Por las orillas del Turia: Chulilla, agua y roca.


Por las orillas del Turia.

Chulilla,
agua y roca.


Podriamos decir que Chulilla es uno de los últimos enclaves de montaña por los que el Turia discurre antes de entrar en la llanura del "Camp del Turia" en su caminar hacia el Mediterráneo. Pero ello no significa que el paisaje que atraviesa deje de ser atractivo, todo lo contrario. El Turia atraviesa en Chulilla uno de los parajes más agrestes de su recorrido.
A partir de la salida del embalse de Loriguilla, -justo en su entrada en el término de Chulilla-, el Turia se adentra en un cono entre montañas que se va estrechando cada vez más ,como un embudo, hasta dejar al río encajado entre verticales paredes calizas, conocidas aquí con el nombre de “cinglos”, de más de cien metros de altura en caída libre. El Cañón del Turia forma un hondo tajo en el terreno, alcanzando su punto más estrecho en el conocido “Salto”, en una profunda hoz de 160 metros de altura y tan solo 10 metros de anchura. Según las crónicas, los madereros que transportaban antaño los troncos desde los montes de Albarracín, Moya y Chelva hasta Valencia encontraban en este lugar el punto más peligroso de todo su recorrido fluvial. Existía allí una ermita, dedicada a San José, en donde acostumbraban a rezar antes de descolgarse con cuerdas para, con sus puyas, desatascar los troncos cruzados, corriendo el grave riesgo de ser golpeados y arrastrados por las bravas aguas del Turia. Recientemente toda esta zona fue declarada por la Generalitat Valenciana como Paraje Natural Municipal, con el grado de protección que ello conlleva.
En “El Charco Azul”, el Turia vuelve a abrirse de nuevo, aunque siempre rodeado por los altos “cinglos” que cuentan con numerosas vías abiertas por los alpinistas. En este lugar el río es desviado por un canal que pasa bajo el pueblo y lleva el agua hasta la Central Eléctrica existente unos tres kilómetros en dirección al Balneario, dejando al Turia hasta allí con un exiguo caudal.
Al salir del Cañón abre nuevamente su cauce entre huertos, pero hasta la salida de la central hidroeléctrica no recobrará nuevamente el caudal con el que sale del embalse de Loriguilla. Todo este tramo sufre las consecuencias de la regulación a la que está sometido, siendo el principal problema del Turia de cara a la recuperación de la trucha común, que sin duda sería posible en gran parte de este recorrido.
Antes de llegar al Balneario encontramos la fuente de “La Rinconá”, y poco más abajo las antiguas compuertas de la fábrica de esmeril del Corindón, arrasada por la riada de 1.957, y que aún conservan las señales de la devastadora fuerza del agua.

Aprovechando el canal del Corindón, se construyeron a finales de los años 70 unas balsas de engorde, abastecidas en principio con truchas comunes con las que se repoblaba el acotado, gestionado entonces por el ICONA. En la primavera de 1.982 la falta de agua, como consecuencia del cierre de las compuertas, de Loriguilla, provocó la muerte de todas las truchas y en consecuencia el cierre de las instalaciones.

Aguas abajo del Balneario vierte al Turia sus aguas el último de sus afluentes, el Reatillo o río Sot. Antes de abandonar el término, el Turia vuelve a remansar sus aguas en la llamada presa Molina, en la que vuelve a ser desviado hasta la central de Gestalgar.

La pesca en Chulilla.

La tradición truchera en la provincia de Valencia va unida al río Turia. En este sentido podemos afirmar que fue en la década de los 50 cuando, gracias a la construcción de los embalses de Benageber y Loriguilla, las poblaciones trucheras del Turia se vieron favorecidas por los efectos de estas presas, dispersándose y aumentando su número. Hasta ese momento la tradición pesquera de los pueblos ribereños del interior, se limitaba a la pesca de la anguila con “corduchos” (durmientes), y de barbos y madrillas con trasmallo. Fueron los propios trabajadores en los embalses en construcción, provenientes de regiones con reconocida tradición truchera, como Galicia y Castilla, los primeros en dar cuenta de las truchas del Turia, divulgándose rápidamente a otros pescadores valencianos que gracias a la vespa y al seiscientos de aquellos gloriosos años, se permitían el lujo de viajar a estos parajes de la Serranía valenciana. Chulilla fue pronto uno de los destinos preferidos de muchos de ellos, que vieron en ella la ocasión de pescar magníficas truchas a una distancia relativamente próxima de la capital, y dentro de un entorno paisajístico espectacular. En su término, el Cañón del Turia y los Calderones tenían, -y aún lo conservan hoy en día-, el reto de su agreste belleza y de su difícil acceso, reservado tan solo a unos pocos intrépidos que se aventuraban en determinados momentos a llegar a los puntos más inexpugnables para tentar a las grandes truchas que poblaban estas aguas .
El primer efecto negativo en el Turia fue la regulación del caudal del río para abastecimiento de la Central Hidroeléctrica de Chulilla, que dejó sin apenas caudal el tramo comprendido entre el Charco Azul y la citada central, posiblemente el mejor tramo de pesca junto con el Cañón y los Calderones. A mediados de los años 70 se creó el coto de pesca de Chulilla, gestionado en principio por el antiguo ICONA, y que desde la central llegaba a la presa Molina ya cerca del límite con el término de Gestalgar.












A pesar de no contar en la actualidad con la posibilidad de pescar las truchas comunes de antaño, Chulilla sigue ofreciendo al aficionado una amplia oferta de pesca en las aguas que circulan por su término. La principal oferta continua centrándose en su acotado truchero, gestionado desde hace unos años por la S.D.P. La Rinconá de Chulilla. Se trata de un acotado intensivo repoblado periódicamente con truchas arco iris procedentes de la piscifactoría del Ebrón en Ademuz.


También en el río pueden pescarse barbos y ocasionalmente anguilas, aunque estas prefieren las aguas tomadas o las horas nocturnas para manifestar su actividad, y en consecuencia dejarse capturar. En la actualidad existe un interés por recuperar la antigua población de trucha común en el tramo del Cañón, ya que a priori parece tener condiciones para ello, con lo que la riqueza piscícola en Chulilla ganaría un importantísimo valor con dos tramos y dos ofertas bien diferenciadas, la de la pesca de trucha común y de trucha arco iris sin interferencias entre ambas. Algo que hoy es un sueño pero mañana puede ser una realidad.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Por las orillas del Turia: Albarracín, donde el Turia es Guadalaviar.

Por las orillas del Turia

Albarracín,
donde el Turia es Guadalaviar.


Albarracín es sinónimo de historia y de leyenda, de arte y de naturaleza. Enclavada en un pintoresco rincón a orillas del Guadalaviar, esta población de Teruel, declarada Monumento Nacional desde 1.961, y actualmente propuesta a la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad por la belleza e importancia de su patrimonio histórico y cultural, es el principal nucleo de población de la comarca de la Sierra que lleva su nombre.

Próximos a Albarracín los Montes Universales son cuna de ríos que vierten sus aguas al Atlántico y al Mediterráneo: Tajo, Júcar, Cabriel y Turia, a cuya lista podríamos añadir el Jiloca que nace en la cercana localidad de Cella. El Turia, que es el que nos ocupa, nace en la Muela de San Juan, a una altura de 1.680 msnm. comenzando desde aquí un periplo de 280 km. que concluirá en Valencia junto al mar. En esta primera parte de su vida, y hasta su confluencia con el Alfambra en la ciudad de Teruel recibe el nombre de Guadalaviar o "río Blanco", manteniendo este segundo nombre hasta bien entrado en tierras valencianas.

En cuanto a la pesca de la trucha Albarracín siempre ha sido un referente nacional. El antiguo acotado fue, sin lugar a dudas, uno de los mejores destinos para los aficionados a la pesca de la trucha. La cantidad y calidad de sus truchas marcaban la diferencia con otros lugares, motivo por el cual adquirió una justificada fama que traspasó fronteras. En la actualidad dista mucho de ser lo que fue. La calidad de sus aguas ha disminuido, y la presión de pesca se ha dejado notar. En consecuencia la población de truchas ha bajado considerablemente, manteniéndose a base de repoblaciones que han motivado el que el linaje genético puro de sus truchas autóctonas haya practicamente desaparecido. No obstante el valor pintoresco de la población, el entorno y las truchas comunes que aún mantiene el Guadalaviar hacen de Albarracín un destino más que justificado para el pescador.

Las condiciones de zona de montaña, con imprevistas tormentas y precipitaciones en forma de nieve o lluvia, hacen que el Guadalaviar ofrezca por estas tierras altas mil caras distintas, no siendo nada extraño que pase de un caudal límpio y bajo a uno alto y barrado en pocos minutos tras una fuerte precipitación en su cabecera.
El Guadalaviar tiene a su paso por Albarracín tres acotados de pesca:
  • El coto Superior, de 8 km. de longitud. Es el primero de todos, situado en la parte norte del término en su límite con el de Torres de Albarracín. El caudad del río es menor, pero a cambio ofrece una mayor calidad de sus aguas. Por otra parte es el tramo que más se resiente en épocas de sequía. No tiene la presión del coto de Servicio, aún teniendo una población de truchas aceptable, cuya pesca a seca durante los meses de primavera y verano pueden proporcionar gratas jornadas al pescador.

  • El coto sin muerte, de 3´5 km. rodea el casco urbano de Albarracín atravesando un estrecho cortado calizo, parte del cual se ha aprovechado como paseo fluvial. En su día fue coto trofeo durante unos años, permitiéndose la captura de una trucha mayor de 45 cm. por pescador. Con los años que lleva "sin muerte" debería tener una población mucho mayor que la que tiene, y con ejemplares de auténtico "trofeo", cosa que no sucede por el furtivismo al que está sometido. En la "tabla de los columpios", junto al parque frente al Hostal El Gallo, pueden verse bastantes truchas; es la zona de mayor densidad de truchas, precisamente por lo frecuentada que está, que la hace impescable para los furtivos. El coto en general adolece de una falta de limpieza. Desde el mismo puente del Arrabal pueden verse latas, botellas y demás resto de basura en el fondo del río, afeando mucho el entorno, algo que debería ser tenido en cuenta y subsanado ya que dice poco y en contra de una Albarracín que no se merece este descuido.

  • Por último el coto de Servicio, de 8 km. de longitud. Es el primero que vemos los pescadores que accedemos a Albarracín desde Gea. El caudal es mayor, pero la calidad de sus aguas empeora. Todos esperamos que con la puesta en servicio de la depuradora de Albarracín este problema quede resuelto de una vez y contribuya a mejorar las condiciones del río. Tiene tramos muy cerrados, con árboles caidos sobre el cauce y en los veranos secos los berros crecen en cantidad impidiendo ver el agua que circula a duras penas entre ellos. No obstante es el acotado más solicitado y, en consecuencia, el que soporta una mayor presión de pesca. No es, ni mucho menos, lo que fue antaño, pero aún pueden hacerse buenas pesqueras siempre que se den las condiciones óptimas para ello: temperatura, nivel de agua y eclosiones de insectos. Hace años los serenos en este acotado eran de antología. Las eclosiones de tricópteros movían a las truchas a ultima hora del día, con la posibilidad de clavar algún gran ejemplar que casi siempre acababa rompiendo el sedal dando por terminada la jornada de pesca.