martes, 8 de diciembre de 2009

Encuesta sobre truchas autóctonas



Resultados y conclusiones


TRUCHAS AUTÓCTONAS.
¿DE VERDAD LAS DISTINGUIMOS?

Con frecuencia los pescadores de trucha hablamos de truchas autóctonas; pero, ¿Sabemos realmente lo qué es una trucha autóctona?, ¿Distinguimos una trucha autóctona de la que no lo es? Mi impresión, sinceramente, es que no. Creo también que valoramos más el papel que el regalo que contiene, o dicho de otra manera, que valoramos más una captura si creemos que es una trucha “autóctona” que otra que con claridad distinguimos que es de repoblación, sin darnos cuenta muchas veces que el valor de una captura no depende de su genética, si no del esfuerzo gastado en conseguirla.



Resultados y conclusiones

1º.- Participación: en los 30 días que ha durado el juego se han contabilizado 3.212 entradas. De ellas solamente 10 personas han participado en el juego, lo que representa el 0,31 % de participación. En las preguntas de la encuesta los resultados de participación han sido los siguientes:

A la primera pregunta, con 45 votos, un porcentaje del 1,40%
A la segunda pregunta, con 49 votos, un porcentaje del 1,53%

Estos índices de participación vienen a demostrar que nos “mojamos” poco, solamente cuando pescamos, lo cual no deja de ser un poco triste, más si consideramos que esto se trataba de un simple juego, y que por lo tanto nuestra opinión no iba a trascender mucho. Da que pensar y es para que reflexionemos un poco sobre nuestro grado de participación en otros foros de mayor importancia y trascendencia.

2º.- Resultados:
Según el estudio genético realizado por el Departamento de Genética de la Universidad de Santiago de Compostela en 2008, las truchas de las imágenes son:

Trucha nº 1

La foto nº 1 corresponde a una trucha del río Turia: linaje mediterráneo 0,0%, linaje adriático 0,0%, linaje atlántico 100,0%. Procedencia 100% centroeuropea.


Trucha nº 2

La foto nº 2 correspondía a una trucha del río Palancia: linaje mediterráneo 80,0%, linaje adriático 0,0%, linaje atlántico 20,0%


Trucha nº 3


Trucha nº 4

Las fotos nº 3 y 4 corresponden a truchas del río Ebrón: linaje mediterráneo 41,70%, linaje adriático 58,30%, linaje atlántico 0,0%

Trucha nº 5

La foto nº 5 corresponde a una trucha del río Villahermosa: linaje mediterráneo 86,40%, linaje adriático 0,0%, linaje atlántico 13,60%

Trucha nº 6

La foto nº 6 corresponde a un reo del Sella (Asturias). Ejemplar no valenciano.


Los linajes mediterráneo y adriático se consideran autóctonos en el área mediterránea de la Península Ibérica.

De la 1ª pregunta: ¿Qué trucha es la de procedencia centroeuropea?
Datos juego Datos encuesta
Foto 1…………..10%...................................15%
Foto 2…………..10%...................................17%
Foto 3…………..30%...................................13%
Foto 4…………..10%...................................8 %
Foto 5……………0%....................................8 %
Foto 6…………...40%..................................35%

De la 2ª pregunta: ¿Qué ejemplar no es de un río valenciano?
Datos juego Datos encuesta
Foto 1…………..10%..................................4 %
Foto 2…………..10%..................................20%
Foto 3…………..30%..................................14%
Foto 4…………..20%..................................14%
Foto 5…………..10%..................................22%
Foto 6…………..20%..................................24%


Con estos resultados se confirma lo que, imagino, todos esperábamos: que nadie es capaz de acertar a simple vista la procedencia genética de una trucha. Basta fijarse en la foto 1 de un ejemplar 100% de origen atlántico, pero salvaje, para comprobar que su librea puede pasar por el de un ejemplar “autóctono”. Es curioso también comprobar que las fotos 3 y 4 corresponden a truchas del mismo río y procedencia, pescadas a unos pocos metros de distancia la una de la otra, pero de aspecto muy diferente. La foto 6, de un reo, marca la diferencia, quizás por ello muchos la han tomado por centroeuropea y otros por no valenciana, acertando en este caso.

La conclusión que podemos sacar es que utilizamos mal el término “autóctona” cuando pescamos o vemos una trucha, puesto que nadie es capaz de saber con la vista el origen genético. Deberíamos quizás utilizar otros nombres: común o fario, para evitar equivocarnos.

Quizás también deberíamos distinguir entre truchas de origen salvaje, sean o no autóctonas, y las de procedencia de piscifactoría (repoblación). A partir de ahí saber que queremos si, como en el caso de la Comunidad Valenciana, no existen poblaciones 100% de linajes autóctonos (mediterráneo o adriático).

El único acertante del juego ha sido David, el cual puede ponerse en contacto conmigo dirigiéndose a la dirección: rca.turia@gmail.com para facilitarme sus datos y que le pueda enviar el libro dedicado.

A continuación transcribo el escrito de Fernando Cobo, Hidrobiólogo, Profesor titular de Zoología de la Universidad de Santiago de Compostela y Director de la Estación Hidrobiológica del Con en Villagarcía, sin duda alguna una de las personas que más sabe de ríos y truchas en España, al que agradezco su ayuda y colaboración en este tema:

La confusión reside en los párrafos: “¿Hay subespecies dentro de la trucha común? En primer lugar explicaremos que la mayoría de las diferencias de color y tamaño se deben fundamentalmente a la alimentación y al mimetismo con el medio”.

“La respuesta a la siguiente pregunta es si, dentro de la trucha común de río”Salmo trutta fario” se distinguen varios ecotipos, descritos por métodos de genética molecular ya que es muy difícil distinguirlos a simple vista”.

Antes de ir al centro de la cuestión es necesario recordar que una de las tareas principales de la Biología consiste en la organización de las especies como unidades básicas de un sistema que sirva de almacenamiento de la información y que la haga fácilmente accesible. Este sistema es la clasificación biológica en la que los grupos que se crean reflejan, de manera jerárquica, su pasado evolutivo.

Las especies, además de herramientas para caracterizar la diversidad orgánica, son entidades reales de la naturaleza objeto de observación y experimentación y, por tanto, sus límites deben ser necesaria y claramente establecidos. La búsqueda de los atributos que hacen de las especies entidades biológicas fundamentales y que muestran sus divergencias evolutivas, y sobre todo, las dificultades de la aplicación práctica de las proposiciones formuladas, originaron, desde hace tiempo, una viva polémica y una excesiva proliferación de los distintos significados que en la literatura científica se le da al concepto de especie.

La noción más extendida entre los biólogos actuales y que se conoce como el concepto biológico, define a las especies como conjuntos de poblaciones naturales interfecundas y reproductivamente aisladas de otros conjuntos similares. La barrera biológica que separa a dos especies es el aislamiento reproductivo que restringe el flujo genético en condiciones naturales y que puede deberse a diferentes causas: anatómicas, fisiológicas, etológicas, geográficas, etc. La aplicación práctica de este concepto biológico de especie presenta dificultades importantes, porque no siempre es posible obtener datos acerca de la capacidad de entrecruzamiento de las poblaciones en estudio. Este hecho condujo a la aparición de abundantes interpretaciones empíricas del concepto de especie, que incluyen la noción de diagnóstico, es decir que puedan ser reconocibles despues de un detallado estudio morfológico, genético y de la biología y ciclos vitales de sus poblaciones. Son muy frecuentes los casos de patente variabilidad morfológica intraespecífica o interpoboacional entre los que el de la trucha común es paradigmático. Aunque también existe su extremo contrario: las especies gemelas, en las que lo que se creía una única especie, por su semejanza morfológica, son en realidad especies diferentes, representadas por poblaciones reproductivamente aisladas unas de otras (entre los Ciprínidos hay casos muy ilustrativos).

En el transcurso de la evolución, antes de que se produzca el definitivo aislamiento genético que conduce a la aparición de dos especies como sistemas genéticos cerrados, los biólogos pueden diferenciar razas geográficas, es decir, poblaciones que han permanecido aisladas unas de otras el tiempo suficiente como para que empiecen a diferenciarse en su camino a la separación final. Estas razas geográficas (que evolucionan alopátridamente, es decir aisladas y separadas por barreras geográficas) se les denomina subespecies. Por tanto, es evidente, por definición, que dos subespecies no pueden compartir la misma distribución (no pueden ser simpátricas) puesto que no estarían reproductivamente aisladas al ser interfecundas. Dicho de otro modo, para considerar la existencia de subespecies, tendríamos que tener poblaciones en dos áreas geográficas distintas y estas deberían permanecer aisladas para que no pudieran entrecruzarse.

El área de distribución de la trucha común es permeable al tránsito de ejemplares de unas poblaciones a otras (aunque no lo parezca las poblaciones nunca permanecen del todo aisladas en términos de tiempo evolutivo. De hecho hay una alta tasa de flujo genético entre ellas, tanto por captura de cursos fluviales entre cuencas, por la recolonización de individuos migradores -los ejemplares migradores, los reos, pueden “trasvasar” genes entre poblaciones- como por la acción humana). Por ello, no cabe hablar de razas geográficas y por lo tanto no cabe hablar de subespecies. La trucha común es una única especie, que no está dividida en subespecies, pero sí es muy polimórfica, es decir se presenta con una amplia variedad de coloración, tamaño, forma etc. Un ejemplo ilustrativo, mutatis mutandi, es lo que sucede con las razas de perros y con los perros mestizos, a nadie se le ocurriría designar a un pequinés y a un gran danés como pertenecientes a subespecies distintas.

La cuestión de los ecotipos hace referencia a grupos de individuos de una misma población con ecología diferente y se utiliza para designar el ecotipo migrador (los reos) de los individuos residentes (la trucha). Ambos pertenecen a la misma población y comparten los mismos progenitores y descendientes, los mecanismos por los cuales se diferencian llegado el momento del esguinado se salen de lo que pretendo aclararte en estas líneas y no quiero aburrirte.

Por otro lado, todas las normas que controlan la creación de nombres científicos están contenidas en códigos internacionales de nomenclatura: el Código Internacional de Nomenclatura Bacteriológica (ICNB), el Código Internacional de Nomenclatura Botánica (ICBN) y el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica (ICZN). Son documentos independientes, pero coinciden en que su propósito fundamental es proporcionar la máxima universalidad y continuidad a los nombres científicos. Los códigos constan de artículos (que son obligatorios) y recomendaciones. En ellos se regula que los nombres de las especies son binominales y los de las subespecies trinominales, es decir, están formados por dos o tres palabras respectivamente. Cada especie tiene un nombre que está formado por dos palabras; es el nombre científico de la especie y no el nombre latino, como erróneamente se dice en ocasiones. Está, eso sí, escrito según la reglas ortográficas y gramaticales del latín. En la literatura, deben aparecer subrayados o en letra cursiva para que sean fácilmente reconocibles en el contexto general. La primera de las palabras del binomio es un sustantivo que coincide con el nombre del género al que pertenece la especie, y debe iniciarse con letra mayúscula. La segunda, denominada epíteto específico, va en minúscula, como por ejemplo: Salmo trutta. Para categorías de subespecie, se añade tras el epíteto especifico el epíteto subespecífico, con el que resulta un trinomio, p.e. Salmo trutta trutta o Salmo trutta fario. Como ves estas dos últimas denominaciones se refieren a dos subespecies que, como ha quedado explicado NO EXISTEN y por lo tanto estos nombres no deben ser utilizados. Si, en un alarde de erudición, quisiéramos utilizar el nombre científico para referirnos a la trucha, únicamente deberíamos utilizar el nombre de la especie Salmo trutta, aclarando a continuación si hablamos del ecotipo migrador o el residente.

Con afecto

Fernando Cobo